La tecnología avanza a pasos de
gigante y por ende, se aplica – “irremediablemente” – a nuestros equipos
fotográficos. Muchos recordaremos – de haber leído – la implantación por parte
de Kodak en la sociedad de finales del XIX, de cámaras fáciles de usar, de
apuntar y disparar, que facilitaban la toma fotográfica al usuario, y como recita Momeñe, poniendo “imágenes en manos de analfabetos visuales”. Este avance supuso
la primera democratización de la fotografía, haciendo más accesible el proceso
fotográfico. Con los años, la implantación de la era digital, trajo la que
podemos considerar una segunda fase del proceso de democratización, con la
llegada de la fotografía digital y su inevitable aluvión de seguidores "fotógrafos".
Hoy día, me atrevería a hablar de una nueva (tercera) democratización, fruto de la implantación de cámaras fotográficas en dispositivos móviles, agravando – irremediablemente (este no lo entrecomillo) – los efectos de la cita de Momeñe a la que hice alusión unas líneas más arriba. Pero todo no iba a ser negativo, al menos para los que aún amamos, sentimos e incluso padecemos en nuestra propia carne, esta pasión, esta arte, que une y separa a sus practicantes: la implantación de nuevas tecnologías, nos permite seguir disfrutando aún más de la fotografía, centrándonos en aspectos que están muy por encima de la técnica, en esa región donde los sentimientos y sensaciones afloran, haciéndonos vibrar y sentir el verdadero proceso creativo fotográfico y todos sus entresijos. Estos avances al contrario de lo que muchos podrían pensar, aún hacen que la cámara no sea por si misma ese ojo autónomo que todo lo ve y todo lo decide, sino mas bien ese artilugio óptico que casi todo lo ve, dejando en nuestros manos el mayor peso decisivo a la hora de detener el mundo.
Hoy día, me atrevería a hablar de una nueva (tercera) democratización, fruto de la implantación de cámaras fotográficas en dispositivos móviles, agravando – irremediablemente (este no lo entrecomillo) – los efectos de la cita de Momeñe a la que hice alusión unas líneas más arriba. Pero todo no iba a ser negativo, al menos para los que aún amamos, sentimos e incluso padecemos en nuestra propia carne, esta pasión, esta arte, que une y separa a sus practicantes: la implantación de nuevas tecnologías, nos permite seguir disfrutando aún más de la fotografía, centrándonos en aspectos que están muy por encima de la técnica, en esa región donde los sentimientos y sensaciones afloran, haciéndonos vibrar y sentir el verdadero proceso creativo fotográfico y todos sus entresijos. Estos avances al contrario de lo que muchos podrían pensar, aún hacen que la cámara no sea por si misma ese ojo autónomo que todo lo ve y todo lo decide, sino mas bien ese artilugio óptico que casi todo lo ve, dejando en nuestros manos el mayor peso decisivo a la hora de detener el mundo.