miércoles, 14 de marzo de 2018

De qué hablo cuando hablo de fotografiar



La fotografía es una forma de vida. Una manera muy concreta de sentir las cosas. Y sobre todo es un trabajo que poco o nada tiene que ver con el glamour que muchos le presuponen. Es un trabajo igual que el corredor de fondo, inundado de soledad.

Si alguna vez te decides a ser fotógrafo, un fotógrafo de verdad, una de las cosas que tienes que asumir es la dura soledad. No estoy hablando de hacer fotos bonitas los fines de semana. Estoy hablando de intentar alguna vez alcanzar a los grandes que vemos en los libros y admiramos en las exposiciones.

Seguro que entre todos recordamos algún fotógrafo capaz de compaginar la fiesta con el trabajo para hacerse merecedor de ese halo cantado por Joaquín Sabina en la canción del pirata cojo y que muchos recordamos cuando nos cuentan o leemos las historias de Robert Capa regadas con botellas Magnum de champagne.



Un buen fotógrafo trabaja solo. Le inunda la soledad en cada disparo. La concentración es máxima y no necesita a la gente alrededor. La compañía muchas veces, aunque pese, se convierte en un estorbo. Cuando sale a fotografiar, cuando tiene una idea en la cabeza, cualquier distracción puede suponer perder un disparo. Cualquier cosa que no te haga disparar no sirve.

La soledad del fotógrafo

No estoy hablando de convertirse en un ser anónimo, asocial y huraño, como le pasó a algunos de los más grandes (me viene a la cabeza Eugene Smith). Estoy hablando de esfuerzo. Hacer fotos no es colgarse una cámara bonita al hombro y decir a todo el mundo que eres fotógrafo. Su cometido es simple y llanamente hacer buenas fotos. No empezar a explicarlas para que los demás las entiendan.

Su trabajo tiene que entrar por los ojos de los demás. Después ya vendrán las palabras. No tiene que gustar a todo el mundo, por supuesto. Pero su trabajo tiene que significar algo, primero para el que las hace y luego para todos los demás. No importa si llega a 10, 100 o 100000. Eso sí, la familia que te quiere no cuenta en este ranking.

Un fotógrafo muy sabio me dijo una vez que si tu trabajo le gusta a tu madre es que lo estás haciendo mal. Una forma de decir las cosas muy drástica pero bastante cercana a la realidad. A mi me cuesta mucho hacer fotos en soledad, pero os aseguro que cuando más disfruto es cuando solo estamos mi cámara y yo ante la realidad. Todo es distinto, y te fijas más en las cosas.

Dos formas de enfrentarse a la soledad

No es fácil. Tienes que contar con apoyos o te convertirás en un viejo huraño con más noches de barra que las estrictamente necesarias. El fotógrafo, aunque parezca lo contrario, es un animal social. Si no conoces a la gente pocas fotos vivas podrás hacer. Pero hay que trabajar solo.

Conozco dos formas de hacerlo. Cuando empuñas una cámara, cuando te proteges con ella de la realidad para poder afrontarla, es preciso estar solo con ella. ¿Cómo?
  1. Quizás la más dura. Es preciso que te guste la soledad. Si no es imposible aguantarlo. Consiste en saber en qué momento puedes entrar en modo fotógrafo. En dicho instante dejas todo y te lanzas a la calle, al campo o al lugar donde quieras registrar todo y no hay nada más. Tú, la cámara y el mundo que te rodea.
  2. La que intento aplicar yo. Ir acompañado a la hora de viajar es muy importante. Pero siempre con la cámara colgada. Y si encuentras una foto, o una luz, todos saben (tú el primero) que durante un tiempo te tienes que ir, desaparecer por las calles o perderte por las piedras.
Esta última exige una compenetración total con tus acompañantes o tu pareja maravillosa que ya tiene bastante con soportarte. Saben que eres así, que puedes de repente entrar en éxtasis y levitar, y desaparecer. No te tienen que esperar, saben que aparecerás en cinco minutos o en una hora. Y que a lo mejor has descubierto un lugar inesperado que podéis ver todos juntos más tarde.

Un ejemplo de evasión

De repente desapareces y vuelves con una sonrisa. Lo malo que algunas veces te llevas el agua y el abrigo de los pequeños, pero son pequeños defectos de esta forma de trabajar. Es concentrar toda la intensidad del disparo en tiempos más cortos y espaciados. Quizás los frutos no son los mismos pero al menos estas acompañado. Y para mi es una inspiración más para fotografiar.

Y si todo esto te da igual, no pasa absolutamente nada. Quizás te cueste más tiempo hacer buenas fotos. O para ti hacerlo así carece de sentido. O simplemente la fotografía no es un trabajo, es una afición y todo esto carece de sentido. Al final lo único que importa, como he dicho al principio es conseguir buenas fotografías. ¿Qué más da cómo las consigamos?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...